martes, 8 de noviembre de 2011

La revolución de El-Amarna (Parte I)

Antecedentes.

 

En los inicios del Egipto faraónico, la religión había ido adaptándose a los diversos factores de carácter histórico que tanto social como culturalmente influenciaban la vida espiritual de los antiguos egipcios.

A lo largo de los años, los centros de poder e influencia iban sufriendo cambios y desplazamientos, originando variaciones en las prácticas religiosas y en el panteón egipcio. Esto suponía también privilegios en la asignación de recursos (tierras, ganado, siervos, etc.) sobre el resto de los dioses (y sus respectivos templos y clero).


Sin embargo, esta preferencia cambió a finales de la Dinastía XVII: los príncipes tebanos impulsaron la expansión de sus fronteras hasta liberar completamente el territorio egipcio del dominio de los gobernantes hicsos. La reunificación del reino del Alto y Bajo Egipto en una sola corona se efectuó bajo el mando de los príncipes de Tebas, y la guía espiritual del dios tebano Amón, cuyo centro espiritual estaba en Karnak. Así, el culto a Amón (y, por tanto, su clero) ocupó su sitial dorado de preeminencia en el panteón egipcio y se transformó en el "Dios de la Victoria".

Los gobernantes de la Dinastía XVIII, con Amón a la cabeza, convirtieron a Egipto en un gran imperio. Con cada nueva conquista, el agradecimiento a Amón se traducía en nuevos templos y obras, como las sucesivas ampliaciones de los templos de Karnak, y en nuevas prebendas económicas a sus sacerdotes: el culto y el clero de Amón recibieron un trato preferencial como nunca hasta entonces había recibido ningún dios o diosa egipcios, acumulando inmensas cotas de poder.

Durante los reinados de Amenhotep III y Thutmose IV, la tendencia se invirtió paulatinamente, pues el clero de Amón había sido desplazado por el de Ra y se había introducido de nuevo el culto a Atón, aunque como un dios secundario. Atón, Shu y Tefnut, formaban la tríada creadora, y su culto era símbolo del retorno a las bases del panteón egipcio. El culto a estos dioses había sido sustituido por el de sus hijos, pero el faraón abogó por el regreso a los tres primeros dioses, postergando los cultos de otros.

Con Ajenatón, la reforma religiosa se radicalizó con la imposición de la preferencia del dios Atón sobre el resto de dioses y la prohibición del culto a Amón. El faraón intentó, como ya había hecho su padre, aminorar el poder que el sumo sacerdote y el clero de Amón habían adquirido con el tiempo. Sin embargo, este cambio no se realizó en los primeros años del reinado. El propio nombre de nacimiento del rey Amenhotep conllevaba mención al dios Amón y, al principio, ambos cultos podían coexistir libremente.

Según los historiadores, fue alrededor del quinto año de reinado en solitario cuando el rey Amenhotep IV abandonó su nombre de nacimiento y adoptó el de Ajenatón.

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