Se sustenta en la supremacía del clero de Amón por sobre el resto de los cultos, incrementando tanto su poder en tierras y recursos llegando a rivalizar con los dominios del faraón mismo. Esta teoría implica que la revolución religiosa no es tal, sino que la religión fue un mero instrumento por la lucha del poder terrenal entre el faraón y el clero de Amón.
En contra de esta teoría se alega que el clero de Amón, para el período de la dinastía XVIII (reinado de Amenhotep III), no había alcanzado tanto poder como para rivalizar con los faraones de la gloriosa dinastía liberadora de los hicsos. Y si bien la dinastía XVIII confirió muchas recursos al clero de Amón, este no era considerado único, ya que el clero de Ptah (en Menfis), de Ra-Atum (en Heliópolis) y Osiris (en Abidos) obtenían un tratamiento similar al culto de Amón.
El clero de Amón revistiría un papel sumamente importante en la disputa del poder temporal mucho después de la dinastía XVIII, a finales de la dinastía XX, con la ascensión al trono de sucesivos Sumos sacerdotes de Amón tales como Herihor.
Esta teoría gira alrededor de dos pivotes: el monoteísmo y las prácticas religiosas. Existe en la pensamiento occidental una marcada tendencia a darle mayor preeminencia a las religiones monoteístas sobre las religiones politeístas. El monoteísmo del culto a Atón surge claramente en cada resto arqueológico encontrado tanto en Karnak (los famosos talata) como en la ciudad Ajetatón (la actual Tell el Amarna, o sintéticamente Amarna) sugiere fuertemente la creencia de un solo dios sol, dador de vida, reflejado en las innumerables imágenes del disco solar con rayos que terminan en una mano sosteniendo el anj.
En cuanto al nuevo culto, es decir las nuevas prácticas religiosas, el cambio es radical. De las excavaciones de los templos se observa que el culto a Amón, por ejemplo, se basaba en una terrible distancia entre el simple creyente y el dios. ノste estaba alojado en una mansión con inmensas paredes, aislado totalmente del mundo exterior y a donde sólo podrían ingresar los sacerdotes del templo. Inclusive en las naos interiores sólo los primeros profetas del culto de Amón podían ingresar al santuario interno del dios (una especie de sancta santorum) en plena oscuridad. El acercamiento entre el simple creyente y el dios sólo se daba en contadas ocasiones en el año, básicamente en las fiestas religiosas de Opet y del Valle, donde estatuas de los dioses eran montadas en barcazas y trasladadas por sacerdotes a modo de porteadores. Pero incluso en estas festividades, la imagen del dios estaba oculta a los ojos de los neófitos.
El nuevo culto a Atón sería radicalmente diferente. Los santuarios (de las evidencias extraídas de Amarna) muestran que eran al aire libre, con grandes altares al cielo cubiertos por grandes doseles a modo de protección. El hermetismo fue barrido por completo y el acceso al dios ya no dependía de muros infranqueables y sacerdotes celosos del secreto sino de la posibilidad de poder adorar al Atón abiertamente.
En contra de esta teoría se soporta por los antecedentes del Atón como así también el sincretismo religioso alrededor del culto de Ra, donde esta deidad pasa a ser el padre de los dioses y finalmente, mediante el concepto de la Manifestación se posiciona como una deidad que puede tomar diferentes formas o dioses (Atum, Tefnut, Horus), definiendo claramente que es un solo dios que puede tomar diferentes formas. Esta transformación religiosa es claramente anterior a la ascensión al trono del joven Amenhotep IV.
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